Ésta historia comienza en un lugar desconocido donde nadie tuvo cuidado y nació un grupo de perritos; entre ellos se encontraba el héroe de nuestra historia. Su madre probablemente era French Poodle y su padre muy probablemente Bichon Frise. Sin embargo, nuestro amiguito no nació con las mejores características físicas de sus padres; tenía poco pelo y además estaba más alto que sus hermanos.
Esto lo hacía verse raro y diferente a los demás.
Alguien decidió adoptarlo pero mientras creció tampoco lo alimentó correctamente y nuestro perrito no mejoró mucho su aspecto, solamente se volvió más alto y la falta de pelo se volvió más notoria.
Y todo iba muy bien, o más o menos hasta que un día, ese alguien, ya no pudo tenerlo y decidió “dejarlo ir”…y nuestro amiguito, que no había tenido una vida tan próspera desde el principio terminó en la perrera municipal.
El problema de caer en esos lugares, como todo buen canino debe saber, es que ahí hay que luchar por sobrevivir pues hay algunos individuos tan agresivos y dominantes que ellos acaparan todo. El perrito tuvo que hacer esfuerzos para que le tocara comida pero un día uno de esos tipos grandotes y con enormes dientes decidió que su territorio estaba siendo invadido por el perrito y lo atacó. Tras haber sido rescatado por un humano, el perrito quedó tan asustado que decidió nunca volver a tratar con tipos así.
Los días pasaban y su vida corría peligro ya que en la perrera los perros no adoptados sólo tienen un destino: la muerte.